El blue porteño nos acerca a La Giralda, y nosotros la rescatamos. Un bello edificio afrancesado, de cinco pisos altos, con mansarda; obra del destacado arquitecto alemán Carlos Nordmann (1858-1918); aloja en parte de su planta baja, en el 1453 de Corrientes exactamente, el café y chocolatería La Giralda. La sobria fachada presenta una ventana guillotina, la puerta de acceso, de dos hojas y una vidriera-vitrina teñida del violeta y amarillo del papel de los chocolates a la vainilla Uhlitzsch.
Sobre la puerta y la ventana una franja de vidrio esmerilado pone su ornamento floral. Luego de una suerte de umbral de mármol blanco y un zócalo de granito negro, la pared luce su revestimiento de travertinos. En ella, en una chapa enlozada blanca con letras azules se puede leer: "La Giralda. Chocolatería y Lunch. Bebidas alcohólicas". En 1951, José Ivonne y Dolores Nodrid se hicieron cargo del local y le dieron las características que aún mantiene. Entendieron que no hacía falta remodelar todo, parecerse a todos, sino que lo importante era no perder la personalidad, aquella que hace que un café sea ese y no otro.
El espacio interior está determinado por su planta rectangular y altura constante. El piso es de mosaico granítico. Las paredes con azulejos blancos tienen un borde negro, y por sobre ellos una boiserie en la que rítmicamente se intercalan espejos con flores labradas. Más arriba los muros se visten de color beige.
El mostrador de madera, tiene cinco campanas de vidrio que alojan atractivos triples de miga, negros, de jamón y queso; sándwiches de pebete; porciones de porciones de budín; pan dulce, vainillas y varias barras de chocolate Fénix.
Por detrás de éste, el espejo, con sus estantes y botellas, reproduce la silueta de una muy bella mujer, parece mexicana, que le pide al mozo un sándwich de prosciutto, quien ante el descreimiento de más de uno, sirve lo solicitado.
Los cartelitos delatan el clásico de la casa: chocolate con churros rellenos. La señora Susana dirige la esmerada preparación. Un cuadro con una lámina de la torre de la Catedral de Sevilla, La Giralda, levantada por los moros entre 1184 y 1196, y con coronamiento en estilo renacimiento agregado en 1568, decora el salón, e ilustra a algún eventual desprevenido de la ecléctica clientela.
Las mesas son de madera, rectangulares y con tapas de mármol blanco; las sillas, las clásicas de café. Sobre una de las paredes una vitrina exhibe decenas de pequeñas botellas de whisky y dos toros en cerámica negra, distintivos de la marca. Los tres mozos usan saco blanco con botones plateados y pantalón negro.
Sobre la pared del fondo, las letras de neón insisten: "Chocolate con churros. Submarino Toddy. Sandwiches".
Tres ventiladores de techo más uno de pie esperan brindar sus servicios. Los cuatro artefactos con tubos fluorescentes ya prestan los suyos.
Una botella de rhum Negrita pasa en una bandeja y nos remite al famoso cuadro de José Gutiérrez Solana El Café de Pombo y a su supremo sacerdote Ramón Gómez de la Serna; A través de la ventana vemos pasar apresurada la gente sobre Corrientes.