El "Bar Plaza Dorrego" Ubicado en Humberto Primo y Defensa, fue nombrado un sitio de interés cultural por la Legislatura Porteña: Un reconocimiento que se debía, pero que es bueno ver que llegue.
El piso, cubierto de cáscaras de maní que acompañan los aperitivos o las cervezas, su vieja caja registradora, todavía empotrada en el mostrador y la calidad de "bar clásico", que es la esencia del Bar Plaza Dorrego, lo transforman en un establecimiento típico de la Ciudad.
Por sus mesas pasaron algunos de los personajes más importantes de la cultura porteña y, además, se trató de un lugar fundamental para la contracultura de Buenos Aires durante algunas de las épocas más oscuras de nuestra historia, como la dictadura comenzada en el año 1976.
Ubicado en una esquina estratégica, el Bar Plaza Dorrego todavía conserva el espíritu de bar tanguero de arrabal, y tiene una historia extensa. Allá por 1880, cuando Argentina apenas cumplía algunas décadas de vida, se construyó en esa esquina un edificio de dos plantas.
En la planta baja funcionaba un almacén de ramos generales que también contaba con un despacho de bebidas, llamado "El Imperial". Poco después, el almacén cambiaría de dueño y de función y se transformó en el bar notable.
El Plaza Dorrego es uno de los bares típicos de la Ciudad más importantes, y por sus mesas pasaron autores fundamentales de la literatura argentina, como Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges (de hecho, el bar cuenta con una foto del encuentro de estos dos legendarios escritores).
El bar todavía mantiene sus muebles originales, por lo que si vamos, nos encontraremos con mesas talladas por sus clientes, mensajes de amor, nombres y muchas cosas más, además del encanto que le provee contar con un mobiliario tan antiguo.
También tiene sus paredes recubiertas con bebidas antiguas: botellas de ginebra, cognac y anís reemplazan a los recursos pictóricos tradicionales.
Declarado el "Plaza Dorrego" un Sitio de Interés Cultural el público porteño lo reconoce como uno de los mejores bares notables de la Ciudad: Los fines de semana el establecimiento está repleto y hay que esperar un buen rato para poder conseguir mesa.