Porque eres inmaculada,
ser que la vida me dio
por tu gracia, por tu encanto
y por todo lo que sos.
Doy gracias al ser supremo
que a ti me dejó llevar
en mis entrañas, muy tiernas,
un ser humano sin igual.
Quisiera que tú comprendas,
cuando veas florecer
en mi cabeza la nieve,
que los años han de traer.
Es por ti a quien recurro
pues sabes que te querré
con mi vida, que en la tuya,
tu corazón de mujer.
María, ese es tu nombre
cual la Madre del Señor
y Ana por ser su Santa,
abuela del Redentor.
Nunca olvides mis consejos
pues yo a tu lado estaré,
hoy por siempre y para siempre
a ti, hija, he de querer.
Ana María Zacagnino
(En la voz de la Autora)
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