Detente corazón,
tú lates en mi pecho,
por un amor perdido
que jamás olvidé.
Ese sentir que siempre
vive en mi recuerdo
y tal vez algún día
vuelva a renacer.
Llegó cuando las rosas
emanaban perfume
y cuando en las mañanas
soñábamos los dos.
Hoy lo siento presente
en mi alma, que sólo
desea ver su rostro
y su mundo interior.
La riqueza en el verbo
"amar" nunca se pierde.
Yo guardo la esperanza,
al sentir y querer.
¡Ven conmigo!, no latas,
detente corazón,
pues ahora en mi vida…
¡he sentido tu calor!
Ana María Zacagnino
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