Esas notas que en la noche
han abierto mi ventana
y me cantaste allí,
la serenata deseada.
Mientras la luna reía
y te brillaba la cara...
el corazón me decía
que yo... estaba enamorada.
Dulce serenata aquella
que jamás olvidaré,
la llevo en mi pecho amante,
pues acaricia mi piel.
¡Qué música! ¡qué alegría!
deleitaron mis oidos,
ese sabor de “amor” siento,
hoy y por siempre, contigo.
Ana María Zacagnino
Derechos Registrados
(En la voz de la Autora)
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