Has quedado solo, ya nadie te acude. Tus notas no suenan como antes lo hacían… a veces, sin prisa sobre tu teclado, se hunden dos manos con son apagado. ¡Oh! cuanto alborozo cundió en tu llegada. ¡Cuántas alegrías el alma albergó! hoy quedaste mudo, sombrío, perenne, como aquella sombra que el tiempo borró. Ana María Zacagnino :-:-:-:-:-:-:-:-:-:-: No está permitido el uso y la copia del material escrito, gráfico y auditivo sin previa autorización de la autora


                          



imagen facilitada por Ana María Zacagnino
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