Mi padre no es un hombre como todos,
es un músculo fuerte e impulsivo,
un corazón que sólo tiene abrigo
para cubrir pureza
y limpiar todo.
Él comprende todos nuestros pensamientos,
nos cuida, nos libra de arrepentimientos.
Aunque no sabemos ya retribuirlo.
Deja, pues, papito,
comienzo a vivirlo.
Y es hoy, éste un día, que podrás oírlo.
Ya sabes que versos, te puedo ofrecer;
tómalos y léelos al atardecer.
Es un homenaje pequeño hacia ti,
pero la poesía duerme inquieta en mí.
Papá, tú que sabes perdonar tan bien,
besa a tus tres hijos,
señal de querer.
Es por todo a mi alcance
que hablaría de ti,
de tus sueños, consejos que perduran sin fin.
De tus retos amargos y tus risas ligeras
que compartes las horas, horas ya pasajeras,
junto a tu hogar que goza
Paz y Amor por doquiera.
Ana María Zacagnino
En la voz de Roberto Saldí
(Locutor de Radio Nacional Argentina)
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