¡Padre, perdóname, yo te lo ruego! Jesús, perdona mi desaliento. Perdón a mis quejas y lamentos, pues mi vida, no es vida que es vivir siempre muriendo, siempre en el corazón el sufrimiento, esperando aquel segundo, esperando aquel momento... pero al pensar en ti Señor, siempre contesto: ¡Es que Él lo quiso! y espero, cual buen ladrón, tu palabra de perdón: "¡Hoy estarás conmigo en el Paraíso!" Pero como soy madre, Señor, siento angustia y desazón por mis hijitas temo dejar al mundo ese tesoro, que yo ya no podré guardar como a mi vida te suplico Señor, que las protejas, y digas a tu madre cual dijiste: "¡He ahí a tus hijas!" Hay veces Señor, que desespero, y pienso: ¿Escuchará mis ruegos? y soy débil Señor y tengo miedo, me espanta el dolor y soy cobarde y digo cual dijiste en la Cruz: "¡Dios mío, Dios mío! ¡No me desampares!" Hay que ser fiel a tu voluntad y pensar: "¡Es lo que me convenía!" y bendecir tu nombre con lealtad, diciendo aun en trance de agonía, ¡Jesús, sedienta estoy de ti! y si el morir es ir contigo, quítame la vida. ¡Señor qué gran merced! pues de tu amor y de ti yo ¡tengo sed! Concluyendo están mis horas, el fin de mi vida ya está cerca, quisiera que en mi último suspiro, con tu nombre mi vida se extinguiera con tu ayuda Jesús, feliz muriera, y feliz será mi muerte, si es a tu lado podré decir: Señor, yo como Vos, "¡Todo está consumado!" Me resigno a mi suerte, si he de ir al cielo, ¡venga la muerte! en tu corazón confío y no es mentira, pues aunque soy de barro y amo la vida más amo los designios que tú me envías y te adoro Jesús, te adoro tanto, que cargada de cruces o si me das la muerte te adoro y te seguiré adorando. En tus manos, Señor, está mi suerte, lo que quieras darme, ¡Bienvenido! No abandones Señor, a quien con tanto amor y fe, a ti clama y cuando vaya a salir de este destierro... ¡Padre, en tus manos acoge mi alma! Conchita Melo Durá (Publicación autorizada por la Autora)