Por ser hombre soy tierra,
por ser mujer eres agua,
por ser amigos, somos arcilla.
Apreciada y admirada tú, Señora mía,
tan próxima y cercana en la lejanía,
quiero expresarte hoy mi alegría
por tu recibimiento y simpatía.
Hoy vengo a darte las gracias, Ana María,
por brindarme tu experiencia y sabiduría
y así poder cebarme de ti día a día.
Hoy quiero agradecerte
amiga mía,
tu acogida y empatía,
tu entrañable compañía.
Dios nos ha cruzado en el camino
y al encuentro lo convirtió en barro,
barro que ha puesto en nuestras manos,
arcilla que poco a poco moldeamos
y una amistad entre los dos creamos.
Así, de la nada y por casualidad,
un vínculo hemos construido ya
con la arcilla de nuestra amistad,
pura, sin picardía y sin maldad.
Un vínculo que siempre honremos
y por el que siempre brindemos.
Seamos tierra, seamos agua, seamos barro,
para que por este camino que Dios nos ha fijado
llevemos a Lanús y a Gijón cogidos de la mano.
Autor: ©José Manuel Rodríguez
(Otorgo todos los derechos sobre el poema
a la Señora Ana María Zacagnino)
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