Cuando se ama se invierte el sendero hacia dentro y hacia fuera. No es cuestión de palabras huecas ni sentimentalismos banales, sino de sentir verdaderamente ese silencio universal dentro de uno mismo, así como en trasladarlo al resto de seres humanos. El amor es infinito como infinita es la Creación. Sentir la vida dentro de sí es sentir el vacío permanente del alma, que constantemente se va inundando, como simiente fértil de un campo de cultivo, de amor. Sentirse lleno, con plena confianza, con la grandeza de ser uno entre todos, siendo la Nada y el Todo a la vez, te permite inundar, aun con las propias miserias e imperfecciones humanas, de amor a tus seres queridos. No es cuestión de falsear ni vivir una realidad cotidiana, según marcan las propias pautas de la sociedad. El romanticismo está vivo siempre, como parte del proceso humano, en particular, cuando deseas vivirlo, y no por ello dejas de vivir la veracidad de la vida. Todo está en el mismo lugar, a nuestro alcance, lo único es perseverar por lo que eres y quieres. Los sueños son interminables, como los ideales humanos. Lo clarificante es ser tu propia identidad, lo que tu esencia es, sin apariencias ni justificaciones: esa es la autenticidad de la persona.

Miradas tiernas, besos dulces, siguen viviendo en las personas que así lo desean. El amor no se materializa, aunque la materia sea imprescindible en el desarrollo humano. La flor siempre está, es cuestión de valorarla y sentir su fragancia.

No es tampoco cuestión de las nuevas fórmulas existencialistas: esoterismo y Nueva Era, donde parece que es la solución y salvación de las almas humanas. Todo lleva contagio, simplemente hay que ser único y auténtico, con las propias secuencias y consecuencias de la persona. El amor irradia amor a quien cree en él y lo siente. Vivir fuera de la contaminación actual, de la enfermedad de esta sociedad, te lleva a ser diferente y a que te juzguen, pero eso origina que vas en el camino de tu realidad y de la verdad que has hecho y conseguido.

Es maravilloso dar sentido a tu vida, sentirla profundamente, y sentir que el esplendor no está exclusivamente en una etapa anterior, en el inicio de la vida y del encuentro con la novedad del idilio. El idilio es perpetuo, simplemente hay que estar enamorado. Y aunque cambien las fórmulas, siempre está la eficacia en cada momento que se vive, siendo las necesidades humanas cada vez más propias conforme se avanza en edad. Pero siempre está la mirada sutil, hacer fácil la vida al que la comparte contigo y sacar lo mejor de cada uno, aun con los momentos complejos y perplejos de la vida cotidiana, donde las emociones alteran momentos íntimos y familiares.

Así es la vida cuando se tiene ganas de vivir y sentir cada instante, bien consigo mismo como con aquellos que comparten tus días y noches.

Siempre hay que tener momentos para fertilizar nuestra existencia. Y, aunque el ser humano nace solo, camina solo y muere solo, siempre hay momentos de compartir su vida con los demás. Y esos momentos son únicos, como único es él.


Ángel Sanz Goena




                   




imagen facilitada por Ana María Zacagnino
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